viernes, 17 de abril de 2015

Sociedad del riesgo producción y sostenibilidad

El concepto sociedad del riesgo se basa en la constatación de que, en las sociedades actuales, la producción social de riqueza va acompañada por una creciente producción social del riesgo. La progresión y el aumento de estos riesgos está teniendo consecuencias políticas y económicas claras. Un primer efecto directo consistiría en la implementación de políticas gubernamentales orientadas al control y a la reducción de los mismos, como consecuencia directa de la mayor visibilidad que, para la opinión pública, tienen los problemas ambientales. De la misma manera que, desde una perspectiva económica, podemos establecer un claro paralelismo entre la teoría de la modernización ecológica y las nuevas estrategias ecoproductivas.
Este artículo pretende dar una visión general de todo este proceso partiendo del concepto sociedad del riesgo para, con posterioridad, establecer paralelismos con las nuevas estrategias ecoproductivas, con el proceso de modernización ecológico y con una última reflexión: ¿caminamos hacia un nuevo modelo productivo?

Guy Debord dentro del espectáculo


La sociedad del espectáculo es uno de los retratos más agudos, despiadados y penetrantes de la sociedad contemporánea de cuantos se han hecho hasta hoy y constituye la obra fundamental de Guy Debord (1931-1994), quien a su vez ha sido el principal agente de un movimiento de agitación cultural conocido como situacionismo, que planteó algunas de las propuestas más radicales, tanto en el terreno de la política como en el de la cultura, de las que se han sostenido en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Voluntariamente alejado del mercado de las modas intelectuales, su obra, a pesar de haber tenido una divulgación escasa o irregular, no ha dejado de ejercer una importante –aunque a veces secreta o silenciada- influencia en los debates de nuestro tiempo. Su vocación de clandestinidad y su intransigencia frente a los totalitarismos le llevaron a elaborar una teoría crítica que hoy, en pleno imperio de lo político y culturalmente correcto, ha vuelto a cobrar una merecida e intempestiva actualidad.

El dopaje en la sociedad


Vivimos en una sociedad narcotizada para olvidar que estamos cansados. Drogarse con pastillas socialmente recomendable porque facilita la concentración del cirujano, la creatividad del artista y la resistencia del soldado; quizá su uso sea reprobable -cada vez menos- para divertirse, ganar oposiciones o rendir en el deporte, pero está claro el camino que ha abierto la sociedad para luchar contra el hastío: la “positividad” artificial de las pastillitas.
Según el autor, cada época ha padecido sus enfermedades emblemáticas y ha logrado superarlas a través de la invención de nuevas herramientas o paradigmas que permitieran superar los obstáculos que se nos han presentado. Actualmente la enfermedad a la que Byung-Chul Han cree que debemos enfrentarnos es a las enfermedades neuronales que se derivan del actual estilo de vida occidental, derivadas de un exceso de positivismo. La explotación a la que el individuo se somete es peor que la presión que la sociedad puede llegar a ejerce sobre él. Occidente está tan enfermo de positivismo, de moral calvinista y protestante que el individuo ha interiorizado el discurso dominante y se inmola en aras de una búsqueda desaforada de la productividad y de la mejora de la eficiencia. Para Byung-Chul Han es inútil buscar el enemigo en el exterior, en una figura que, como en el Ancien Régim encarne la tiranía y la opresión, como los reyes absolutistas. Y, ante este panorama, ¿qué podemos hacer? Para Han la respuesta es sencilla: si lo que nos enferma es el exceso de trabajo, lo que nos curará es lo opuesto a lo mismo, el ocio. Han nos invita a abandonar conceptos como originalidad, genialidad y creación de la nada y buscar una mayor flexibilidad en el pensamiento.

Pese a la originalidad del título y la propuesta a la que nos invita, la argumentación de Han no deja de ser un tanto enrevesada y plagada de citas y referencias a otros autores, algo que de por sí no es negativo, hasta que acaba convirtiéndose en el pilar de toda la estructura argumentativa, incurriendo en generalidades cuando expone las enfermedades que asocia al exceso de positividad (he echado en falta alguna referencia a estudios o estadísticas sobre la verdadera incidencia de éstas en Occidente). El libro resulta pesado y difícil de seguir por momentos, pese a la brevedad del mismo (apenas 79 páginas) a lo que si sumamos que más allá de lo provocador de su título no aporta nada nuevo a este debate, lo convierten en un libro que entusiasmará a aquellos lectores profanos en materia y que puede servir de estímulo para continuar indagando sobre la misma, pero que resultará insulso y cansado, como evoca su título, a aquellos lectores familiarizados con las ciencias sociales y la filosofía.

El capitalismo pesado y liviano


En Modernidad Líquida, Zygmunt Bauman explora cuáles son los atributos de la sociedad capitalista que han permanecido en el tiempo y cuáles las características que han cambiado. El autor busca remarcar los trazos que eran levemente visibles en las etapas tempranas de la acumulación pero que se vuelven centrales en la fase tardía de la modernidad. Una de esas características es el individualismo que marca nuestras relaciones y las torna precarias, transitorias y volátiles. La modernidad líquida es una figura del cambio y de la transitoriedad: “los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen. Como la desregulación, la flexibilización o la liberalización de los mercados”.

Bauman no ofrece teorías o sistemas definitivos, se limita a describir nuestras contradicciones, las tensiones no sólo sociales sino también existenciales que se generan cuando los humanos nos relacionamos.

Lo “líquido” de la modernidad – a la concepción de Baumam - se refiere a la conclusión de una etapa de “incrustación” de los individuos en estructuras “sólidas”, como el régimen de producción industrial o las instituciones democráticas, que tenían una fuerte raigambre territorial. Ahora, “el secreto del éxito reside (…) en evitar convertir en habitual todo asiento particular”. La apropiación del territorio ha pasado de ser un recurso a ser un lastre, debido a sus efectos adversos sobre los dominadores: su inmovilización, al ligarlos a las inacabables y engorrosas responsabilidades que inevitablemente entraña la administración de un territorio.

Nuestras ciudades, afirma Bauman, son metrópolis del miedo, lo cual no deja de ser una paradoja, dado que los núcleos urbanos se construyeron rodeados de murallas y fosos para protegerse de los peligros que venían del exterior.  Nos hemos convertidos en ciudadanos “adictos a la seguridad pero siempre inseguros de ella”8, lo aceptamos como si fuera lógico, o al menos inevitable, hasta tal punto que, en opinión de Zygmunt Bauman, contribuimos a “normalizar el estado de emergencia”.

El miedo es más temible cuando es difuso, disperso, poco claro; cuando flota libre, sin vínculos, sin anclas, sin hogar ni causa nítidos; cuando nos ronda sin ton ni son; cuando la amenaza que deberíamos temer puede ser entrevista en todas partes, pero resulta imposible situarla en un lugar concreto. "Miedo" es el nombre que damos a nuestra incertidumbre: a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que no se puede hacer para detenerla o para combatirla.
Los temores son muchos y variados, reales e imaginarios… un ataque terrorista, las plagas, la violencia, el desempleo, terremotos, el hambre, enfermedades, accidentes, el otro… Gentes de muy diferentes clases sociales, sexo y edades, se sienten atrapados por sus miedos, personales, individuales e intransferibles, pero también existen otros globales que nos afectan a todos, como el miedo al miedo…


Los miedos nos golpean uno a uno en una sucesión constante aunque azarosa, ellos desafían nuestros esfuerzos (si es que en realidad hacemos esos esfuerzos) de engarzarlos y seguirles la pista hasta encontrar sus raíces comunes, que es en realidad la única manera de combatirlos cuando se vuelven irracionales. El miedo ha hecho que el humor del planeta haya cambiado de manera casi subterránea.

La juventud hoy segun Carmen Gómez, Psicología evolutiva

Actualmente la juventud ha pasado a un primer plano. Su poder e influencia es mucho mayor hoy que hace unos años. Los jóvenes constituyen sin duda un sector sobresaliente dentro de la comunidad.

Asistimos a una "juvenilización" de la sociedad. Los jóvenes imponen sus formas de hablar, modas, gustos, aficiones... en la sociedad.

Factores que explican la actualidad de los jóvenes

- Uno de ellos, es el poder económico de los jóvenes. Son los principales consumidores de ciertos productos. Su poder económico se ha hecho más manifiesto porque gastan el dinero en artículos muy llamativos, y su consumo tiende a concentrarse en determinados sectores del mercado.

- Las demandas de los jóvenes se han hecho importantes dentro de la sociedad y sus actividades son difundidas por los medios de comunicación de masas: la prensa, la radio y la T.V. tienden a crear mitologías de la juventud. Divulgan la imagen del "joven típico" y los que no se ajustan a ella empiezan a notar que es como si les faltase algo.

Los adultos pueden reaccionar ante esto con una mezcla de aturdimiento, desdén o envidia.

- Otro de los motivos de este auge se debe a la aceleración del desarrollo psicofísico. Las niñas se hacen mujeres antes, los chicos alcanzan la madurez física antes. Los problemas sexuales, religiosos, políticos, sociales, familiares..., etc., aparecen también antes que en eras históricas anteriores.

- Los jóvenes se encuentran cada vez más capacitados para adaptarse al mundo en que viven, hoy se lee más, se estudia más que en los tiempos de nuestros padres. Resulta evidente el número de jóvenes que frecuenta las escuelas, colegios, institutos, escuelas técnicas, centros de artes y oficios, universidades... etc. Se crea un gran sentido comunitario y una sensibilidad nueva para sentir la injusticia social.

- Los jóvenes se hallan en condiciones más ventajosas que el hombre maduro o anciano que tienen ya hechas sus vidas. El cambio rápido, el progreso y las novedades son asimiladas más pronto por los jóvenes.

- El mismo incremento de la población juvenil -en nuestro país existen 13 millones de personas menores de 25 años, o sea casi el 45% de la población total- acarrea problemas de falta de puestos de trabajo, falta de espacio en escuelas y universidades y ello crea a veces problemas y actitudes agresivas.

- Junto a ello, hay que destacar el importante papel que va teniendo la mujer en la vida social y cultural. De ser solamente novia, esposa, ha pasado a ser compañera, amiga y miembro del mismo equipo de trabajo o estudio. En las escuelas, fábricas, oficinas, comercios, universidades... la mujer está muchas veces luchando por equipararse al hombre, teniendo el mismo papel, similares necesidades y las mismas metas que el hombre.

Hay una mayor relación entre chicos y chicas, y esto hace que esas relaciones se produzcan en un clima de mayor naturalidad y exento de los prejuicios y tabúes de otras épocas.

Todos estos factores y muchos otros han de tenerse en cuenta para conocer y comprender a los jóvenes. De ahí que solamente un enfoque pluridimensional sea válido para un conocimiento más exacto de cómo son los jóvenes actuales.

La rebeldía juvenil

Los jóvenes con toda su viva imaginación, su capacidad creadora, su rapidez de reflejos, fácil memoria y su propensión al entusiasmo viven en un mundo rígido, llevado por los mayores, a los cuales se enfrentan.

Los jóvenes acusan a los mayores de un excesivo amor por el dinero y el bienestar, de una explotación de la gente, de deshonestidad en los negocios, corrupción en la política y un acusado conservadurismo e hipocresía. Atacan el "buen aparentar" ante la sociedad.

Rechazan la sociedad establecida y dentro de ella, sus lacras y, en muchas ocasiones, también sus logros. Por eso se marginan a veces, entendiendo de modo diametralmente opuesto a los adultos las grandes cuestiones de la vida: amor, trabajo, religión. En esta oposición son tan dogmáticos como los adultos en su seguridad instalada.

Los adultos, por su parte, acusan a los jóvenes de irresponsabilidad e incongruencia, de su afán destructor sin ofrecer un programa constructivo a cambio, de una visión del presente que ignora el pasado y de un idealismo utópico que no conduce a nada práctico.

Los jóvenes, dicen los adultos, desafían las normas y la autoridad que las mantiene, adoptan modos y atuendos excéntricos, no se ajustan a los patrones convencionales de la convivencia entre los sexos, protestan demasiado en sus canciones, violencias, manifestaciones... "En mis tiempos..." es su frase favorita.

En síntesis, los jóvenes se quejan de falta de libertad -la opresión de la sociedad de consumo- y los adultos les acusan de falta de responsabilidad.

¿Qué subyace bajo este conflicto?

Se trata, sin duda, de un conflicto de valores muy complejo, inherente a la sociedad industrial contemporánea. Muchos de los principios básicos del comportamiento humano, indiscutidos durante siglos, han sido sustituidos por valores cambiantes que se apoyan en argumentos de modernidad, ligados al desarrollo científico y técnico y a los cambios sociales. De ellos se deriva un enfrentamiento entre estos modos de actuar más propicios de los jóvenes y lo que ellos mismos peyorativamente consideran tradiciones superadas.

Estas conductas no pueden entenderse como problemas meramente individuales sino que tienen su origen en los conflictos de nuestra sociedad.

Muchas conductas "marginales" deben entenderse como una respuesta peculiar del individuo a la estructura social. Y así determinadas personas, como pueden ser los jóvenes, son más vulnerables y pueden ser afectados por estos conflictos sociales.

Fuente: https://www.aciprensa.com/Familia/juventudhoy.htm

jueves, 16 de abril de 2015

No es multitarea: es cambio de tarea

Pero como quiera que nuestro cerebro está diseñado para ser rápido, nos engaña creyendo que somos multitask, y llega la ciencia para echar esta teoría por tierra. Los estudios neurológicos han demostrado que el cerebro es capaz de desempeñar con atención una única tarea, pero como es rápido en los cambios, parece que sigue desempeñando la primera cuando inicia una segunda, cuando en realidad no es así.
PsychologyToday incluso propone un sencillo ejemplo que demuestra este extremo. ¿En qué casos queda patente esta limitación humana? Posiblemente el más evidente y trágico sea el de los accidentes de tráfico provocados por despistes: un cambio de emisora de radio o una conversación con el manos libres, anulan parcialmente la atención al volante en unos pocos segundos que pueden resultar fatales.

 

Y si aplicamos este hecho al ámbito laboral sucede exactamente lo mismo. Cuando nos centramos en una tarea en concreto con todos nuestros sentidos ¿Sabes qué sucede? Que no sólo la concluimos con unos resultados óptimos medidos en términos de calidad, sino que además, atentos a este dato, la concluimos mucho antes que si la interrumpimos con llamadas, vistazos al ordenador o revisar el WhatsApp.

Fantasmas Digitales


miércoles, 15 de abril de 2015

El Cosmopolitismo



Cosmopolitismo es una teoría y un enfoque de análisis que sostiene que todos los seres humanos en su diversidad forman parte de una única comunidad, basada en una moralidad compartida. Una persona que se adhiere la idea de cosmopolitismo en cualquiera de sus formas, se denomina cosmopolita.
Contrasta con las ideas de patriotismo y nacionalismo 
El cosmopolitismo puede comprender algún tipo de gobierno mundial (en especial de democracia directa mundial) o puede simplemente referirse a relaciones, entre naciones o individuos de diferentes naciones, más inclusivas desde un punto de vista moral, económico, y/o político.
La comunidad cosmopolita puede estar basada en una moralidad inclusiva, una relación la cual los individuos de diferentes sitios (estados o naciones) establecen relaciones entre sí de mutuo respeto. Por ejemplo,  kwame Anthony Appiah sugiere la posibilidad de una comunidad cosmopolita en la cual individuos de diferentes sitios (físicos, económicos, etc.) establecen relaciones de respeto mutuo a pesar de sus diferentes creencias (morales, religiosas, políticas, etc.). De madre inglesa y de padre ghanés Kwame nos habla de la problemática que tuvieron que enfrentar sus padres al principio, puesto que también eran de religiones diferentes; su madre anglicana y su padre metodista. A sus padres no les importo esta situación, y habla de que estaban abiertos a las ideas de nuevas culturas. Su ideal es el “cosmopolitismo” que viene del griego “kosmou polites” , siendo Diógenes el primero en usar la palabra “cosmopolita”. Este filósofo que después encabezaría el movimiento llamado “cinismo” nació a fines del siglo V a. C. en Sinope, en la costa meridional del mar negro, actual Turquía. Los cínicos rechazaban la tradición y los ritos locales, en general lo que el resto de la gente consideraba conducta “civilizada”. Diógenes dijo ser un “ciudadano del mundo”, claro que esta es una metáfora porque los ciudadanos forman parte de un Estado y no de un Estado mundial “kosmopolis”.

La sociedad del espectaculo

El dominio autocrático de la economía mercantil que había alcanzado un status de soberanía irresponsable y el conjunto de las nuevas técnicas de gobierno que acompañan ese dominio esas técnicas son: Convertir en mundo la falsificación y hacer la falsificación del mundo; hacer desaparecer el conocimiento histórico en general; haber eliminado los últimos vestigios de la autonomía científica  y conseguido que el secreto domine este mundo, y ante todo como secreto de la dominación.

Para Debord el mundo se divide entre una minoría perversa que domina el mundo a través de la desinformación y los ingenuos que la aceptan: “La desinformación es el mal uso de la verdad. Quien la difunde es culpable, y quien la cree imbécil”. Debord propone una suerte de conjuración universal donde dos o tres individuos que controlan todos los resortes de la sociedad espectacular para mantener la supremacía de la economía mercantil. Así, los mejores criados del poder omnímodo son los periodistas: Todos los expertos pertenecen a los media y al Estado: por eso se les reconoce como expertos... El experto que mejor sirve es, desde luego, el experto que miente.  Ni siquiera los médicos se salvan de ser cómplices del dominio espectacular: La medicina no tiene ya, desde luego, derecho alguno a defender la salud de la población contra un entorno patógeno, pues eso significaría oponerse al Estado o, cuando menos, a la industria farmacéutica. 


En medio de esta paranoia no se salva ni el inocente hombre del tiempo de los telediarios: El experto en meteorología televisiva que anuncia las temperaturas o las lluvias previstas para las siguientes cuarenta y ocho horas debe hablar con mucha cautela, debido a la obligación de mantener los equilibrios económicos, turísticos y regionales". Jamás hubo censura más perfecta. Jamás la opinión de aquellos a quienes en algunos países se les hace creer todavía que siguen siendo ciudadanos libres ha estado menos autorizada a darse a conocer”

La modernidad liquida

La modernidad líquida presupone entonces que los vínculos entre las acciones y proyectos colectivos y las elecciones individuales se están acercando aún más, así también las políticas y comunicaciones colectivas e individuales. Es la unión de lo colectivo y lo individual lo que haría cambiar el status que a uno donde lo global ejercería su mayor predominio. Para lograr esto el autor nos indica que hay que cambiar las “instituciones zombies” que no son otra cosa que aquellas que “están muertas y todavía vivas”. Muertas en el sentida de que sus ideas, convicciones y tradiciones sucumbieron ante los nuevos cambios, pero siguen vivas porque los individuos las mantienen vivas porque las utilizan para tratar de mantener el orden establecido.
Ejemplo de estas instituciones son: la familia, las clases y el vecindario. Sin embargo, esas nuevas pautas seguían siendo rígidas e inflexibles y los individuos debían adoptarse a ellas al insertarse y establecerse en un nuevo espacio que a su vez contenía reglas que seguir. Por tanto, su libertad fue temporal porque su existencia en el nuevo espacio estaba predispuesta por la aceptación del nuevo sistema de reglas, así como su fiel cumplimiento.  No obstante, esas reglas al ser más líquidas rápidamente pierden su forma y hay que estarlas moldeando y vigilando constantemente para que puedan tener éxito. Es por lo anterior que para Bauman la modernidad tiene como atributo principal el cambio en la relación entre tiempo y espacio. En la modernidad el tiempo y espacio se separan como entes independientes. En la modernidad el tiempo hace historia porque es prolongado por el espacio mismo. Esa historia la desarrolla debido a que la velocidad con la que se mueve el espacio está plagada de ingenio, imaginación y recursos humanos. 

Politica y Consumo

Como todos los analistas del nuevo siglo llega inevitablemente al tema del consumo como expresión central de la nueva cultura, y se enfrenta a la existencia común de dos visiones de la pasión por consumir: La publicidad y los medios moldean el gusto de la gente y sus intereses, tal como tradicionalmente lo planteó Vance Packard.
El consumo impulsado por el fenómeno de la obsolescencia programada, la particularidad es que ambas posturas coinciden en ver al consumidor como un ser pasivo: prisionero de la publicidad o los deseos. Lo que Sennet aborda es una tercera idea para explicar cómo se impone la idea del consumidor permanente desde el proceso productivo, y lo hace en base a la relación de dos conceptos productivos, el de Plataforma y el de El Dorado.


Hoy se fabrica desde la idea de “plataforma”, es decir la fabricación de un bien básico estandarizado. Sobre esta plataforma se marca un pequeño detalle, muchas veces superficial, que constituye El Dorado de la producción. Ese dorado es lo que hace a Opel poder vender un Audi mucho más caro que un Skoda, cuando ambos autos, que la misma empresa fabrica, son en su plataforma coincidentes en un 90%.
Lo que hace el consumidor es buscar diferencias en productos cada vez más homogéneos, busca El Dorado dentro de las Plataformas. Y esta idea no solamente es válida para los productos sino también para los servicios, y recurre Sennet al ejemplo del turismo, donde la gente viaja por muchas ciudades parecidas visitando lugares muy parecidos, por el mero hecho de viajar; este es el Dorado, la sensación personal, sobre aquella plataforma estándar.

En este contexto la publicidad invita al consumidor a completar un cuadro incompleto, presenta la plataforma e invita a construir su dorado, como cuando la publicidad hace coincidir un auto y un desierto liberando la imaginación del consumidor. Porque en nuestro tiempo desprenderse de algo no es un problema para el consumidor, al contrario, es una paso a la adquisición de nuevos estímulos. A nadie preocupa desprenderse de objetos estándar, de plataformas para las cuales aquel dorado ha perdido actualidad.

El fantasma de la inutilidad

Antes de 1930 las personas creían en una solución personal a la inutilidad, más allá de lo que hiciera a favor de ellos el gobierno, la idea era que el esfuerzo en su educación y sus habilidades personales los harían imprescindibles basados en ese factor formativo que los alemanes llaman la Bildung de una persona, la creación de sí mismo.

Hoy, pasado el corazón del siglo XX,  se vuelve a pensar así, pero con un contexto diferente al del siglo XIX, ya que muchos de los educados y formados en su propio esfuerzo, los llamados hábiles, ven que sus empleos se desplazan hacia otros países con salarios más bajos, en un mundo que comienza a requerir periódicamente nuevas habilidades.
Actualmente la educación forma a enorme cantidad de gente que no podrá desarrollar sus habilidades en un empleo. Esta nueva sociedad de habilidades parece requerir menos personas que las que se encuentran formadas, y centra sus requerimientos en las altas finanzas, la tecnología y los servicios sofisticados Una solución a la que llega el sistema la expresa Theodore Keel quien dice que la respuesta a la pérdida de empleos es remunerar tareas hasta ahora no remuneradas, como cuidado de niños o servicio comunitario.

En este contexto la cultura del siglo XXI hace que los jóvenes, criados en un ambiente de cambio y flexibilidad, prefieran salir sin mayores problemas de los trabajos que no les gustan, sin resistir. Pero mientras que los trabajadores jóvenes cuando están descontentos se van, los trabajadores mayores, aquellos habituados al viejo empleo estable y seguro, se comportan críticamente ante el disgusto y prefieren levantar su voz y resistir.
El Fantasma de la Inutilidad que amenaza a cada persona se transforma al interior de las sociedades en odio a los extranjeros por ejemplo, que por su condición se los observa más adaptables a la situación de precariedad. El problema del Fantasma de la Inutilidad es que crea dependencia y necesidad de ayuda, y en este punto desafía al Estado de Bienestar el siglo XX, y pone sobre la mesa el análisis de qué tipo de asistencia debe proveerse al caído en la inutilidad, esencialmente el marginado

Más allá de la sociedad disciplinaria



La sociedad disciplinaria de Foucault, con sus cárceles, hospitales y psiquiátricos ya no se corresponde con la sociedad de hoy en día. Una nueva sociedad de gimnasios, torres de oficina, laboratorios genéticos, bancos y grandes centros comerciales componen lo que el autor denomina la sociedad de rendimiento. El anterior “sujeto de obediencia” ha sido reemplazado por el “sujeto de rendimiento”.Según se explica en el libro la antigua técnica disciplinaria con su esquema de prohibición, después de cierto punto de productividad alcanza un límite bloqueante e impide un crecimiento de la producción. Con afán de maximizar la producción -algo al parecer inherente al inconsciente social-, se ha reemplazado el paradigma disciplinario por el de rendimiento. La positividad de “poder” es más eficiente que la negatividad del “deber”. De este modo el inconsciente social ha pasado del deber al poder, pero sin anularse uno a otro, esto es, como una continuidad: el sujeto de rendimiento sigue disciplinado.

En su trabajo ‘La fatiga de ser uno mismo. Depresión y sociedad’, A. Ehrenberg situó la depresión como consecuencia del paso de una sociedad disciplinaria a una sociedad de rendimiento, esto es, debido a  la desaparición de los roles que otorgaba la sociedad de control y la posterior inducción a la iniciativa personal que obliga a devenir por uno mismo. En este planteamiento Byung-Chul Han ve discutible el que no se haya reparado en la presión por el rendimiento a la que se ve sometido el individuo actualmente, “en realidad, lo que enferma no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el imperativo del rendimiento como nuevo mandato de la sociedad de trabajo tardomoderna”, y su libertad paradógica.


La violencia neuronal

 Toda época tiene sus enfermedades emblemáticas. Así, existe una época bacterial que, sin embargo, toca a su fin con el descubrimiento de los antibióticos. A pesar del manifiesto miedo a la pandemia gripal, actualmente no vivimos una época viral. La hemos dejado atrás gracias a la técnica inmunológica. El comienzo de siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal.
Según se desprende de ‘La sociedad del Cansancio’ el siglo pasado puede definirse desde su propia perspectiva inmunológica: entonces existía una clara división entre el adentro y el afuera, el enemigo y el amigo o entre lo propio y lo extraño. También la guerra fría obedecía a este esquema. El paradigma inmunológico estaba dominado por completo por el vocabulario de la guerra fría, es decir, se regía conforme a un verdadero dispositivo militar. Ataque y defensa determinaban no solo la acción del organismo  en el campo biológico sino también el comportamiento del conjunto de la sociedad. Lo extraño era rechazado aunque no encerrara en sí mismo ninguna intención hostil.  El objeto de resistencia, tanto en lo biológico como en lo social, era la extrañeza.
Con el fin de la guerra fría, explica Byung-Chul Han, paradójicamente, se da también un cambio de paradigma inmunológico en el seno mismo de la biología: la inmunóloga norteamericana Polly Matzinger rehúsa  el concepto de “propio y extraño” y desarrolla un nuevo modelo en el cual define que el comportamiento del organismo diferencia entre “amistoso y peligroso”. Lo que significa que la resistencia inmunológica no se basa en la extrañeza, sino que distingue al intruso que se comporta de manera destructiva en el interior del organismo, y lo rechaza, pero mientras lo extraño no llame la atención en este sentido, la resistencia inmunológica no lo afecta. La idea de Matzinger develó que el sistema inmunitario biológico es más generoso de lo que hasta entonces se pensaba, pues no conoce ninguna xenofobia, manifestando que la antigua concepción de propio y extraño, de ataque y defensa, se correspondía con una reacción exagerada e incluso nociva para el propio desarrollo.