miércoles, 15 de abril de 2015

El fantasma de la inutilidad

Antes de 1930 las personas creían en una solución personal a la inutilidad, más allá de lo que hiciera a favor de ellos el gobierno, la idea era que el esfuerzo en su educación y sus habilidades personales los harían imprescindibles basados en ese factor formativo que los alemanes llaman la Bildung de una persona, la creación de sí mismo.

Hoy, pasado el corazón del siglo XX,  se vuelve a pensar así, pero con un contexto diferente al del siglo XIX, ya que muchos de los educados y formados en su propio esfuerzo, los llamados hábiles, ven que sus empleos se desplazan hacia otros países con salarios más bajos, en un mundo que comienza a requerir periódicamente nuevas habilidades.
Actualmente la educación forma a enorme cantidad de gente que no podrá desarrollar sus habilidades en un empleo. Esta nueva sociedad de habilidades parece requerir menos personas que las que se encuentran formadas, y centra sus requerimientos en las altas finanzas, la tecnología y los servicios sofisticados Una solución a la que llega el sistema la expresa Theodore Keel quien dice que la respuesta a la pérdida de empleos es remunerar tareas hasta ahora no remuneradas, como cuidado de niños o servicio comunitario.

En este contexto la cultura del siglo XXI hace que los jóvenes, criados en un ambiente de cambio y flexibilidad, prefieran salir sin mayores problemas de los trabajos que no les gustan, sin resistir. Pero mientras que los trabajadores jóvenes cuando están descontentos se van, los trabajadores mayores, aquellos habituados al viejo empleo estable y seguro, se comportan críticamente ante el disgusto y prefieren levantar su voz y resistir.
El Fantasma de la Inutilidad que amenaza a cada persona se transforma al interior de las sociedades en odio a los extranjeros por ejemplo, que por su condición se los observa más adaptables a la situación de precariedad. El problema del Fantasma de la Inutilidad es que crea dependencia y necesidad de ayuda, y en este punto desafía al Estado de Bienestar el siglo XX, y pone sobre la mesa el análisis de qué tipo de asistencia debe proveerse al caído en la inutilidad, esencialmente el marginado

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