La
modernidad líquida presupone entonces que los vínculos entre las acciones y
proyectos colectivos y las elecciones individuales se están acercando aún más,
así también las políticas y comunicaciones colectivas e individuales. Es la
unión de lo colectivo y lo individual lo que haría cambiar el status que a uno
donde lo global ejercería su mayor predominio. Para lograr esto el autor nos
indica que hay que cambiar las “instituciones zombies” que no son otra cosa que
aquellas que “están muertas y todavía vivas”. Muertas en el sentida de que sus
ideas, convicciones y tradiciones sucumbieron ante los nuevos cambios, pero
siguen vivas porque los individuos las mantienen vivas porque las utilizan para tratar de mantener el orden establecido.
Ejemplo de estas instituciones son: la familia, las
clases y el vecindario. Sin embargo, esas nuevas pautas seguían siendo rígidas
e inflexibles y los individuos debían adoptarse a ellas al insertarse y
establecerse en un nuevo espacio que a su vez contenía reglas que seguir. Por
tanto, su libertad fue temporal porque su existencia en el nuevo espacio estaba
predispuesta por la aceptación del nuevo sistema de reglas, así como su fiel cumplimiento. No obstante, esas reglas al ser más líquidas rápidamente pierden su forma y hay que estarlas moldeando
y vigilando constantemente para que puedan tener éxito. Es por lo anterior que
para Bauman la modernidad tiene como atributo principal el cambio en la
relación entre tiempo y espacio. En la modernidad el tiempo y espacio se
separan como entes independientes. En la modernidad el tiempo hace historia
porque es prolongado por el espacio mismo. Esa historia la desarrolla debido a
que la velocidad con la que se mueve el espacio está plagada de ingenio,
imaginación y recursos humanos.
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