Toda época tiene sus enfermedades
emblemáticas. Así, existe una época bacterial que, sin embargo, toca a su fin
con el descubrimiento de los antibióticos. A pesar del manifiesto miedo a la
pandemia gripal, actualmente no vivimos una época viral. La hemos dejado atrás
gracias a la técnica inmunológica. El comienzo de siglo XXI, desde un punto de
vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal.
Según se desprende de ‘La sociedad del
Cansancio’ el siglo pasado puede definirse desde su propia perspectiva
inmunológica: entonces existía una clara división entre el adentro y el afuera,
el enemigo y el amigo o entre lo propio y lo extraño. También la guerra fría
obedecía a este esquema. El paradigma inmunológico estaba dominado por completo
por el vocabulario de la guerra fría, es decir, se regía conforme a un
verdadero dispositivo militar. Ataque y defensa determinaban no solo la acción
del organismo en el campo biológico sino también el comportamiento del
conjunto de la sociedad. Lo extraño era rechazado aunque no encerrara en sí
mismo ninguna intención hostil. El objeto de resistencia, tanto en lo
biológico como en lo social, era la extrañeza.
Con el fin de la guerra fría, explica
Byung-Chul Han, paradójicamente, se da también un cambio de paradigma
inmunológico en el seno mismo de la biología: la inmunóloga norteamericana
Polly Matzinger rehúsa el concepto de “propio y extraño” y desarrolla un
nuevo modelo en el cual define que el comportamiento del organismo diferencia
entre “amistoso y peligroso”. Lo que significa que la resistencia inmunológica
no se basa en la extrañeza, sino que distingue al intruso que se comporta de
manera destructiva en el interior del organismo, y lo rechaza, pero mientras lo
extraño no llame la atención en este sentido, la resistencia inmunológica no lo
afecta. La idea de Matzinger develó que el sistema inmunitario biológico es más
generoso de lo que hasta entonces se pensaba, pues no conoce ninguna xenofobia,
manifestando que la antigua concepción de propio y extraño, de ataque y
defensa, se correspondía con una reacción exagerada e incluso nociva para el
propio desarrollo.
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